El fin de los puestos de trabajo
Pilar Almagro Marcos
CEO de VertiSub
Entorno
La realidad a la que nos enfrentamos es problemática, ya que lo que está desapareciendo es una época. Nos sentimos vulnerables, confundidos, precarios. Algunos le llaman entorno VUCA. En este nuevo escenario al que hemos sido arrojados, aún no somos capaces de predecir el futuro, puesto que nos está transformando el presente. Estamos evolucionando como sociedad, mutando como empresa, reorganizándonos como familia, y acaso reinventándonos como persona.
Carl Schmitt acaba su precioso libro Tierra y mar con estas palabras:
Es verdad que el viejo Nomos se hunde y con él todo un sistema de medidas, normas y proporciones. Pero el venidero no tiene por qué ser ausencia de medida y proporciones. Incluso en la más encarnizada lucha de nuevas y antiguas fuerzas, pueden nacer medidas justas y formarse proporciones sensatas.
En el nuevo ecosistema del s XXI se desvanece la sociedad industrial, la autoridad disciplinaria se diluye mientras cobra importancia la gestión de las emociones, se desdibujan los dos pilares de la economía clásica, que eran capital y trabajo, y emergen con fuerza las mujeres y la inteligencia artificial en el ámbito laboral. Si la herramienta de gestión en el s XX era la estadística, hoy se muestra insuficiente y recurrimos al Big Data en el que queda la huella de aspiraciones y anhelos. Como consecuencia, las relaciones basadas en el sujeto productivo y los puestos de trabajo, se disuelven como un azucarillo. “Todo lo sólido se desvanece en el aire” reza el Manifiesto Comunista que publicaron Carl Marx y Friedrich Engels en 1848. Esta sentencia describe hoy mejor que antes, cómo cae el sistema y con él los valores que lo acompañaban[1].
[1] Valores que han logrado ¡nada menos! que por primera vez en la historia mueran más personas por exceso de alimentación que de hambre; más por envejecimiento que por enfermedades infecciosas; más por suicidios que por crímenes o guerras.
En el nuevo hábitat naciente que van ocupando los Millennials y Centennials, esto es, los nacidos desde 1980 hasta nuestros días, se implanta la creciente indiferencia a las jerarquías y las aspiraciones vitales de libertad, velocidad, innovación, transparencia y falta de paciencia. Este entorno es bien diferente a la aspiración de nuestros padres de lograr un puesto de trabajo de por vida. Como consecuencia, la seguridad laboral basada en el análisis de peligros y riesgos de puestos de trabajo, que estandarizaba a las personas como categorías y no como individuos, no sólo está obsoleta, sino que no da en el clavo, apunta a lo que ya no es.
En el siglo XXI ya no es eficaz centrarnos en la seguridad instrumental, ni en la bioseguridad, o no sólo, por ello proponemos la psicoseguridad, a la que nos referiremos más adelante. Ahora te proponemos, apreciado lector, que visualices el siguiente video de dos minutos, que hemos elaborado para acompañar a este texto y que nos ayudará a entender mejor el paso de la Biopolítica del s XX a la Psicopolítica del s XXI y la influencia que esto tiene en la desaparición del tradicional puesto de trabajo y en la seguridad laboral que le acompañaba:
Video 1. De la Biopolítica a la Psicopolítica:
Analizar este tránsito –tomando como base el concepto puesto de trabajo- y atender las exigencias y responsabilidades de las nuevas formas de ocupación en el s XXI, es el objeto del presente artículo, en el que se unen el texto escrito y la información digital mediante los vídeos que hemos preparado. Así, el presente artículo ha de leerse con un ordenador o un Smartphone.
Puesto de trabajo
El puesto de trabajo es el elemento de análisis sobre el que se desarrolla el estudio de la gravedad y la frecuencia de los riesgos y peligros asociados, base de la tradicional prevención de riesgos laborales. Nuestra tesis es que el puesto de trabajo tradicional está desapareciendo a favor del empresario de sí mismo, por lo que la seguridad basada en dicho puesto de trabajo, necesita transformarse a la nueva realidad.
Observemos los datos de empleo; no es solo que ciertos empleos en algunos sectores o en alguna región estén desapareciendo, sino que lo que desaparece es el puesto de trabajo en sí, esa entidad social tan buscada y a la vez tan calumniada. El puesto de trabajo, en otro tiempo definición de permanencia, de contrato temporal o indefinido, es en nuestros días un asunto muy azaroso. En cambio, la actividad freelance, o lo que nosotros preferimos llamar, empresario de sí mismo, que antes era una opción arriesgada, ahora está en sintonía con los tiempos que nos tocan vivir y se está convirtiendo en la elección de cada vez más personas.
Leemos que en España, a cierre del mes de febrero de 2019, cuando escribo estas líneas, el desempleo aumentó en 3.279 personas, el peor dato de este mes desde 2013. El gobierno achaca estas cifras al efecto del Brexit, cosa poco probable. En informativos financieros lo imputan a la subida forzada del SMI –salario mínimo interprofesional- junto con las cargas sociales que conlleva, que aumentan en 3.000 € al año el coste del mismo trabajador del mes anterior, y que afecta generalmente a aprendices menores de 25 años. En publicaciones de derecho acusan del paro a la inseguridad jurídica provocada por los decretos de los viernes del ejecutivo de Pedro Sánchez, que un día se anuncian y al siguiente se matizan, y que no cuentan con presupuestos asociados para garantizar su viabilidad. Comentarios de diversa índole y, sin embargo, lo que no consigo leer en los medios es que el puesto de trabajo está desapareciendo como una construcción y realidad social de la era anterior y con él todo el planteamiento del trabajo humano y de la seguridad laboral que lo acompaña.
El debate sobre el puesto de trabajo temporal o fijo, que nos puede parecer eterno, es en realidad una idea que surgió hace poco tiempo, en el S.XIX, y se consolida después de la II GM cuando los países vencedores anuncian el estado de bienestar. El puesto de trabajo daba respuesta a las tareas que debían realizarse en las fábricas y en las crecientes burocracias de las naciones industrializadas. Antes se trabajaba también, por supuesto, pero donde hubiera faena, en labores mudables, en distintos lugares y con horarios determinados por las necesidades cotidianas y la meteorología.
Deberíamos recordar que la noción de puesto de trabajo fue una idea nueva y turbadora, considerada por muchos inhumana, que necesitó de toda una sociedad disciplinaria para conseguir adaptarnos desde niños a férreos horarios, jornadas y puestos de trabajo delimitados ¡e incluso fijos de por vida! Resulta irónico que lo que empezó como un concepto tan controvertido acabara convirtiéndose en la única opción, hasta el punto en que se han creado leyes tan inflexibles, sindicatos y juzgados de lo social tan severos, que arrasan sin piedad con las empresas que pretenden flexibilizar este modelo. Precisamente, uno de los decretos del gobierno de los viernes a los que nos referíamos, consiste en la obligación de las empresas de tener listados de los horarios exactos que hace cada día cada trabajador y la exigencia de guardarlos durante 4 años. Esto, increíblemente, sucede en febrero del 2019 en España; justamente lo contrario a la personalización, deslocalización y deshora en el trabajo, el estudio y el ocio, propiciada por las tecnologías. Simultáneamente, la página Coworking Spain, ofrece el buscador más exhaustivo de espacios de coworking, de trabajo compartido, con unos 1.500 lugares en el país que acogen a más de 40.000 trabajadores, la mayoría autónomos, freelance, nómadas laborales y también colaboradores de grandes empresas que trabajan lejos de la sede central. Y es que el trabajo ya no lo generarán tanto las empresas, sino cada vez más, las personas, los Millennials y Centennials.
El modelo clásico se ha roto, ningún joven digital, impaciente, multitarea y con doble vida en las redes, quiere quedarse en una empresa para toda la vida ni cumplir un horario estricto. Más que trabajos, nuestros jóvenes demandan experiencias, retos intelectuales, proyectos singulares, colegas de gran valor que compartan conocimientos, competencias y habilidades y todo ello instantáneamente, a gran velocidad, pero sin relaciones profundas –que necesitan mucho tiempo- y sin sensación de confianza en uno mismo ni de completud vital –que también requieren de muchísimo tiempo-. Como todo tiene su contrapartida, nuestros jóvenes, que proclaman ser libres y viven con esta idea de elegir en todo momento lo que quieren y cómo lo quieren, sufren por ello graves carencias emocionales, y lo peor, se culpan a sí mismos de los reveses en sus vidas, pues ya no tienen a nadie a quien culpar, ya que no van de represión en represión, sino de deseo en deseo, y así sufrimos los mayores índices de depresión y suicidio en jóvenes de la historia. Hemos de ser conscientes y ayudarles a un mínimo de estabilidad emocional. Dirigir hoy es gestionar emociones. En nuestros días, la sabiduría de los que somos más mayores, además de ver relaciones donde un joven no las ve, debe incluir la ternura.
Todo está cambiando. Las profesiones tradicionales están desapareciendo. Los currículums se mueven en las redes sociales y en los espacios compartidos; talento y ganas que buscan proyectos. Mi propio caso es un ejemplo: mi oficina es mi teléfono móvil y mi ordenador; gran parte de mi tiempo de trabajo discurre en aeropuertos y la mayor parte de la formación permanente que necesito para ser una profesional competente, en gran medida discurre a través de MOOC, cursos on line. Un horario laboral estricto de 8 horas en un lugar concreto es ridículo en el siglo XXI.
Solo en la anterior crisis española del 2008 al 2016, tuvieron que cerrar 500.000 compañías, incluidos autónomos, gran parte de las cuales ocurrieron por imposibilidad legal de ser flexibles. Las empresas tenían que asumir indemnizaciones millonarias para cancelar puestos de trabajo indefinidos insostenibles que obligaba la ley a crear, impidiendo así la adaptación a las nuevas circunstancias de crisis y cambio de era. Por ejemplo, en la construcción, un 30% del personal contratado debe estarlo en modalidad indefinida, aunque la empresa solo tenga obras contratadas para el próximo mes. Es una obligación estipulada en el Real Decreto 1109/2007 de 24 de agosto, por el que se desarrolla la Ley Reguladora de la Subcontratación en el Sector de la Construcción, la cual se aplica tanto a empresas contratadas como subcontratadas. Pero es que, además, la ley sigue impidiendo en España reservar una bolsa de dinero para posibles indemnizaciones, que podría solucionar parcialmente el problema. Todo dinero cuenta como beneficio y tributa como tal.
También hemos de considerar que las empresas en el s XXI son internacionales y están inmersas en una economía global. Las trabas de nuestro país nos harán competir con desventaja frente a otros. Cada año el Banco Mundial publica el Doing Business, que es un índice que mide la facilidad para hacer negocios a partir de diez puntos, desde la facilidad de apertura y cierre de un negocio, pasando por la obtención de permisos, registros, financiación, protección de los inversores, impuestos, comercio transfronterizo, cumplimiento de contratos y resolución de insolvencias. España está en el puesto 30, después de países como Rwanda o Kazakhistán. El primero es New Zeland. El puesto 30 no nos sitúa bien para competir en la economía digital que funciona principalmente por proyectos y no por puestos de trabajo.
Por último, no tenemos más que mirar alrededor para darnos cuenta de que la vida media de las empresas desciende, mientras que nuestra vida laboral aumenta. Hoy una empresa dura 11 años de media –siempre que hayan sobrevivido, pues mueren 9 de cada 10- y nuestra vida laboral sobrepasa los 40 años ¿Cómo podemos obligar a una empresa a contratar indefinidamente?
Del sujeto de producción al sujeto de auto-rendimiento
Los puestos de trabajo son soluciones rígidas a problemas complejos y elásticos.
Cuando el trabajo a realizar cambia constantemente, cuando no hay expectativas de contratos a medio ni largo plazo en las empresas, cuando la propia compañía debe transformarse completamente si quiere sobrevivir o competir internacionalmente, o cuando nuestros propios trabajadores jóvenes no quieren trabajos fijos, no podemos permitirnos la poca flexibilidad del puesto de trabajo, mucho menos del indefinido. Y es que hemos pasado del sujeto productivo al sujeto de auto- rendimiento.
A los Millennials y Centennials, que ya son un tercio de los empleados, hay que facilitarles un espacio para sus sueños y ayudarles a comprender que para lograrlos tendrán que claudicar en algunas cosas y cambiar inmediatez por tiempo, ese lapso de tiempo que pueden pasar –siempre temporalmente- en la empresa.
Con fines aclaratorios y para ampliar la comprensión del paso del sujeto productivo al sujeto de auto-rendimiento, les aconsejo visualicen el siguiente vídeo que hemos producido para acompañar a este artículo:
Vídeo 2. Del sujeto productivo al sujeto de auto-rendimiento:
Empresario de sí mismo
El siglo XXI ha dado otro gran salto en inteligencia y comunicación, y el puesto de trabajo tradicional no forma ya parte de esta realidad por mucho que las leyes quieran poner puertas al monte. Todavía hay, y siempre habrá, grandes cantidades de trabajo por hacer, pero la tecnología nos brinda otra manera de organizarnos, algunos le llaman post-empleo. Puedo trabajar desde casa o desde Kuala Lumpur en Selangor, lo importante no es el lugar ni el horario, sino hacer bien el proyecto que tengamos entre manos. Trabajar por proyectos es similar a hacer una película en la que, al acabar, todos vuelven a sus casas. No se le exige al músico que componga la banda sonora desde el lugar del rodaje, ni a la productora que tenga que contratar a actores y diseñadores de vestuario con contrato indefinido. Un proyecto es contingente y requiere una plantilla eventual que pueda crecer, decrecer y remodelarse a sí misma como exija la fase del proyecto en la que nos encontremos. Al trabajador, como al actor, le llamarán de un proyecto a otro en la medida en que sea bueno en su trabajo. A menudo el propio profesional creará él mismo su proyecto, dentro o fuera de una empresa: se ha convertido en empresario de sí mismo.
Si no somos buenos en nuestro trabajo, no podemos pretender que una empresa deba pagar nuestra impericia de por vida. Un ejemplo sangrante es el sistema educativo, en el que hay profesores magníficos al lado de otros nefastos ¿han de pasar todos nuestros hijos por ese mal profesor durante sus 40 años de vida laboral, solo porque sea indefinido o funcionario?
Quiero recalcar que no se trata simplemente de cambiar hacia un horario flexible, puestos de trabajo compartidos o trabajo a distancia; de lo que estamos hablando es de un nuevo contexto en el que cada cual seremos empresarios de nosotros mismos y cuidaremos los proyectos en los que estemos implicados. En este nuevo entorno, es más importante la optimización mental que el rendimiento físico pues el deber impuesto por un jefe tiene un límite, la libertad de poder hacer, no lo tiene. La estructura ya no es piramidal, sino que formamos parte de una red y nos convertimos en stakeholders o parte implicada de la compañía que nos contrata, optimizando nuestro saber hacer en la consecución de beneficios por el bien de todos, tratando -juntos- de que haya más proyectos.
Convertirse en uno mismo aspira a que cada cual nos hagamos cargo de nuestra propia vida, desarrollemos esos dones personales que nos hacen únicos y nos pongamos a hacer realidad nuestros anhelos, sobre todo si colaboran con otros. Ser empresario de sí mismo apela al genuino espíritu emprendedor que habita en nosotros en sentido universal, es una llamada a cualquiera que desee ser llamado. En este sentido, una empresa no es otra cosa que hacer juntos lo que solos no podemos.
Las utopías profesionales son posibles, aunque iniciar ese camino de optimización permanente no nos dará un momento de respiro. Ya no dependeremos de las órdenes de otros en un puesto de trabajo que alguien diseñó, sino de nuestras propias exigencias. No tenemos frente a nosotros a otro que nos obligue a trabajar, sino que nos hemos convertido en empresarios de nosotros mismos con posibilidad de autoproducción ilimitada. Byun-Chul Han diría que el régimen neoliberal ha conseguido transformar la explotación ajena en auto-explotación y que quien fracasa en su propio rendimiento ya no puede hacer responsable a otro, sino a sí mismo, avergonzándose en vez de poner en duda el sistema.
Con todas sus luces y sombras, nos parece apremiante prepararnos para hacernos cargo de nuestras propias vidas en un momento de cambio de era en la que los estados son menos capaces, los mercados más astutos y el planeta se halla en crisis ambiental. Y si cada cual se hace cargo de su vida y de su trabajo, también deberá hacerse responsable de su propia seguridad y no hacer responsable a otros[2]. Nadie puede ser bueno en su trabajo si desconoce o descuida la seguridad que le acompaña.
Recordemos nuestra tesis inicial en la que el puesto de trabajo tradicional estaba desapareciendo a favor del empresario de sí mismo, por lo que la seguridad basada en los peligros y riesgos asociados, debía adaptarse a la nueva realidad.
Nosotros proponemos avanzar hacia la psicoseguridad, que ampara todos los aspectos de nuestra humanidad. Veamos las tres culturas de la seguridad y su evolución natural:
[2] Recientemente un trabajador de mi empresa, que se había puesto a dormir en vez de realizar su trabajo en el Puerto del Callao en Lima, se defendió diciendo que probablemente se debía a que estaba deshidratado y que era obligación de la empresaria -es decir, mi obligación- ir controlando sus niveles de hidratación durante su jornada laboral. Estaba trabajando en el terminal de una empresa de logística internacional, con todos los servicios a su disposición, y es padre de dos hijos. Pongo este ejemplo para dar cuenta de los extremos a los que llegamos cuando des-responsabilizamos a las personas en el ámbito laboral. Una empresa es responsable de que el trabajo que proporciona se pueda hacer sin riesgo y de poner todos los medios para que eso suceda, pero cada cual a su nivel ha de asumir su parte de responsabilidad.
O dicho en otras palabras:
Ya sé que la ley, de momento, des-responsabiliza al trabajador, responsabilizando, en cambio, a las empresas, pero estoy convencida de que el modelo de la pastoral cristiana que equipara al pastor con el empresario y a los trabajadores con las ovejas, en el que el pastor debía, no solo proveer de verdes prados y hacer indefinido al 30% de su rebaño, sino de cargar con sus pecados, ya no da más de sí. Ese paternalismo está acabando, los puestos de trabajo desaparecen y cada uno de nosotros sin excepción, habremos de superar la adolescencia laboral, gestionar nuestras emociones y comprometernos con nuestras propias acciones, arrimando el hombro para sacar adelante los proyectos en los que decidamos participar.
Se trata de un cambio de paradigma a gran escala en el que los beneficios que necesitamos las personas no se brinden a través del puesto de trabajo tradicional, sino a través de proyectos. Estamos hablando principalmente de la atención médica, tiempo libre remunerado, acceso a redes de compañeros y colegas y posibilidad de educación continuada a lo largo de la vida. Un enorme reto en el que emplear nuestras energías en vez de consumirlas en conservar un puesto de trabajo que ya no resuelve las complejidades que afrontamos en el s XXI.
Fuentes de consulta:
Adrián, Jesús. (2019, marzo, 9) VertiSub: de la biopolítica a la psicopolítica. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=Tz9luWb8Jpg&list=PLShqAvROIAFIHmQb2b_fiFqzgphobqdg3&index=3
Adrián, Jesús. (2019, abril, 13) VertiSub: Del sujeto productivo al sujeto de autorendimiento. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=grlffr7b8pE&list=PLShqAvROIAFIHmQb2b_fiFqzgphobqdg3&index=4
Almagro, Pilar. (2019, enero, 17) VertiSub: 3 Culturas de la seguridad. Recuperado de
Almagro, Pilar. (2019, enero, 17) VertiSub: Uso de portales en la cultura de la seguridad. Recuperado de
Byung-Chul H. (2014). Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. Herder: Barcelona
Foucault, M. (1988). Tecnologías del yo. Paidós: Barcelona
Foucault, M. (2009). El nacimiento de la biopolítica. Madrid: Akal.
Doing Business 2019. A World Bank Group Flagship Report. Recuperado de https://www.worldbank.org/content/dam/doingBusiness/media/Annual-Reports/English/DB2019-report_web-version.pdf
Schmitt, C. (1952). Tierra y Mar. Madrid: Instituto de Estudios Políticos.